La casa de los niños
La casa recibe 170 niños. Cada día llegan nuevos; vienen de familias muy pobres. Algunos han perdido sus padres victimas de SIDA y sus abuelos no tienen la fuerza ya para trabajar y poder alimentarlos.
Otros niños son abandonados. Hay padres muy adolescentes que no pueden educarlos y criarlos. También jóvenes que se dedican a la prostitucion para sobrevivir y cuando quedan embarazadas, son abandonadas a su propia suerte. Mujeres cuyos esposos han partido a África del Sur en busca de trabajo y que terminaron por morir allá y han quedado solas con sus pequeños. Sin contar la afluencia de personas que vienen de otras regiones de Mozambique en busca de mejores condiciones de vida.
El centro recibe niños a partir de un año y medio hasta los seis años. Las carencias se manifiestan por diferentes síntomas: hinchazón del vientre y de las mejillas, cambio de color en el cabello y en los ojos, etc.
Los pequeños llegan a la mañana y pasan el día en el centro, donde reciben tres comidas: desayuno, almuerzo y merienda antes de volver a su casa. La alimentación esta basada en harina de maíz mezclada con pasta de maníes o con aceite, arroz, porotos, repollo, pescado, huevos y té, porque la leche es muy cara y no llegamos con el presupuesto.
Trabajamos en colaboración con un equipo de mujeres pobres de la parroquia. Los voluntarios visitan las familias y las movilizan para que ellas tomen iniciativas, a fin de poder acompañar el crecimiento de sus hijos.
Los pequeños dejan la Casa de los niños a los 6 años, cuando entran a la escuela primaria.
¿Qué pasa cuando salen de allí? Es nuestra mayor interrogación. Algunas familias continúan a pedir ayuda en el centro, pero en otras, los niños huyen y viven en la calle, revolviendo los tachos de basura, pidiendo dinero a la gente que pasa, robando en los negocios o en los transportes. Otros hacen trabajos forzados de adultos, otros son abusados sexualmente y vendidos…
A veces sucede, muy raramente que algunas personas apadrinan uno o dos niños.
Esto es un gran alivio para los padres que son reconocidos por este gesto de solidaridad.
¡Qué alegría cuando vemos crecer a los niños! Poco a poco sus ojitos comienzan a brillar de nuevo y la sonrisa es como los pequeños rayos de sol de la mañana.
Sœur Elsa Florindo en mission à Mozambique
Sœur Elsa Florindo en mission à Mozambique